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2012-06-22 00:00:00 |
| Invitación a la presentación:
Tu vecino Antonio López, tiene a bien invitarte a la presentación de su novela "LAS TRIBULACIONES DE UN MANZANILLO ENTRE REJAS”, en el teatro municipal de la plaza Artesanía de Guadalcacín, pedanía de Jerez de la Fra. el próximo martes día 3 de julio del presente año a las 20.00 horas. Igualmente te agradecería que lo hicieses extensivo a tus contactos y conocidos que creas oportuno. Gracias.
Sinopsis del editor:
Una mala pasada del destino hace que un funcionario de prisiones ingrese como interno en su propio centro penitenciario. Este sencillo juego le sirve a Antonio López para mostrarnos la realidad de las cárceles que el hombre de la calle desconoce.
Una historia directa, actual y apasionante en la que nunca se sabe quiénes, funcionarios o penados, hacen de los presidios un lugar de difícil convivencia.
De una forma amena y a veces íntima, el Manzanillo nos va introduciendo en un mundo de ajustes de cuentas, donde también tienen cabidas las amistades, antiguas o nuevas, que da pie a desgranar los comportamientos humanos, algunos en situación límite, provocando que el lector se sumerja en un mar de pasiones tan reales como la vida misma.
Esta es la primera novela de Antonio López. En ella nos sorprende con su prosa cuidada y su manera de narrar sin falsos artilugios que podrían suavizar la dureza que se oculta tras los muros de un presidio, aunque la esperanza de la redención de los reclusos sea el objetivo final de la narración.
Un retazo de un capítulo:
En la víspera de nuestro regreso al talego, me llamó mi amigo para quedar y compartir unos momentos mientras le bajábamos la espuma al zumo de cebada. Siendo una mañana de mediados de otoño, antes de que el Papa hubiera bebio y con el beneplácito de mi señora, quedamos Enrique Colilla y el que subscribe en un tabanco típico de la región, cuyas especialidades se vendían por temporadas. En aquellas fechas ofrecían el vino del año, queso picante seco o en aceite y jamón al gusto; todo ello acompañado con unos picos elaborados en una fábrica de la población que presumía de que todos sus obreros eran antiguos internos penitenciarios en tercer grado, así como jóvenes en terapia para retirarse de la puñetera droga. La experiencia fue imposible de olvidar, estuvimos recordando los mejores momentos y también algunos malos. Bebimos a la salud de los huerteros que en el talego quedaron y sin apenas darnos cuenta nos sorprendió una tarde muy entrada.
Llegó la hora de irnos y teniendo en cuenta nuestro alegre estado, antes de que mi amigo pretendiera convencerme para acabar en un puticlub, pedí que viniese en nuestro auxilio mi noble Dulcinea de Villasederos, quien con mucho gusto, después de soportar múltiples piropos y algún que otro fandango dedicados a su sin par belleza, nos acompañó a nuestros domicilios. Llevamos a mi amigo a su casa aunque él no quería alegando múltiples objeciones y, cuando comprobamos in situ donde ancianos, jóvenes y niños se hacinaban en chabolas prefabricadas, así como rudimentarias construcciones de chapa y cartón típico de arrabales de grandes urbes, nos cambió el gesto. Al ver tantas personas en tan lamentable estado, nos abandonó la alegría y la borrachera para adquirir un notable entripado. Nos miraban, sobre todo al amigo Colilla cuando se bajó del BMW en las puertas de su humilde casa. Una construcción que más bien podría pasar por una macedonia de ladrillos, maderos, cartones y chapas de Uralita, de esas que por tener amianto estaban prohibidas desde hace tiempo. Salió a recibirnos una mujer muy delgada y sufrida, de altura media. Parecía entrada en años, aunque sabía que aún no llegaba a los cuarenta, de tez morena y pelo negro, aunque a pesar de tanta miseria su aspecto era sano y aseado, su ropa, delantal y zapatos estaban inmáculos. Luego en el interior de la vivienda pudimos comprobar un total orden y limpieza de muebles y enseres, así como un suelo tan escamondao que podríamos haber tomado sobre el mismo, el exquisito café de puchero con pastas que nos supo a gloria.
Allí me encontré con muchos antiguos conocidos, esos constantes internos que llenan con asiduidad las cárceles hasta el punto de hacinarlas. Muchos me miraban perdonándome la vida con más o menos razones para ello, desde el mero hecho de haber sido funcionario o, por haber ostiado en mis tiempos revoleras y casi sin motivos a alguno de ellos, aunque al estar acompañado por el amigo Colilla y de mi asustada mujer, como era de esperar, la cosa nunca llegó a peores.
Luego, estando tranquilos en casa, estuvimos conversando largo rato sobre la situación tan precaria que tanta gente soporta, sobre lo mal repartido e injusto que puede ser todo lo que nos rodea, sobre la desigualdad, la injusticia y las pocas oportunidades para ser honrados que pueden tener aquellas personas en comparación con las que viven y crecen en otros lugares.
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